domingo, 28 de abril de 2013

Cosas de madre 5: La multiplicación de los peligros

Igual que se multiplicaron el pan y los peces, las madres como yo multiplicamos el alcance de los peligros de forma exponencial.

Para nosotras, aprensivas por naturaleza y agudizadas después de dar a luz, una mesa cuadrada deja de tener cuatro esquinas para pasar a tener cuarenta; y la distancia entre la cama y el suelo deja de ser de cincuenta centímetros para pasar a ser de cinco metros.

Y es que el pequeño personaje campa a sus anchas por el mundo sin ver uno solo de los peligros que mis ojos captan, analizan y valoran a la velocidad del rayo (viviendo en un ¡ay! constante). Lástima que no esté bien visto liar a los niños en plástico de bolitas.

Y lo peor de todo esto es que, sabiendo que lo llevo en los genes, no se cumplirá lo que la señora M. está cansada de decirme: que decrecerá con los años. Es más, cuando el pequeño personaje se vaya de excursión a pasar el día al campo, para mí será como si se fuera a los Alpes suizos; y el domingo, cuando se vaya a jugar el partido de fútbol, será como enviarlo a prácticas de guerra de las que puede volver con piernas o brazos rotos. No quiero ni pensar cuando sea adolescente…

Haciendo balance, no sé cómo hemos podido sobrevivir nosotros sin los elementos de seguridad para los enchufes, las puertas, los picos de las mesas, los baños, sin sillas especiales para el coche, sin cascos para las bicis, sin rodilleras para los patines, yendo cinco personas en el asiento de atrás de un coche unos encima de otros… Hemos vivido peligrosamente, quién me lo iba a decir a mí.

jueves, 18 de abril de 2013

Cosas de madre 4: Sigue siendo una pasada ser madre

"Sigue siendo una pasada ser madre". Ayer, en una conversación con una amiga, salió esta frase. Puede ser difícil de encajar si vemos el contexto: Feria de Sevilla, ella con su niña de 15 meses en el regazo; yo, con el mío colocado en casa de mi suegra. Todo tiene una explicación: las presentaciones el día anterior entre Feria y Guille no fueron como esperábamos, quizás el único momento en que el niño dejó de berrear fue cuando se montó en un bufalito en uno de los tiovivos de la Calle del Infierno, aunque yo no daba un duro por que durase una vuelta entera.

Y es que en estos momentos de crisis que me han devuelto a los orígenes tradicionales de la sociedad (a saber, me he vuelto una pseudoama de casa, es decir, una ama de casa pero sin tenerlo todo en un punto porque no sé cómo hacerlo), la hora de salida de la guarde se vuelve un momento emocionante en mi vida. Y todo ello a pesar de que la papitis aguda que está viviendo mi pequeño esta última semana me podría estar empujando a una desnaturalización como madre de esas que veo por la red todos los días y con las que, ojo, me río mucho. Pero no, de momento sigo siendo una madre abnegada que no puede creerse aún que lo sea, a pesar de que mi prodigio está a punto de cumplir los dos años y ya he tenido tiempo suficiente para asimilarlo.

De forma teatral y sentimentaloide yo suelo decir que el amor hacia un hijo es otra dimensión. La dimensión desconocida del amor, aunque a veces te cueste materializarlo en el día a día cuando tienes que lidiar con un personaje de menos de un metro que se tira al suelo en pleno mercado municipal y gritando como si le hubieses dado un cate gordo (algo que se pasa por la cabeza más veces de las que estás dispuesta a admitir).

Y es que me chiflan sus manos regordetas cogiendo lápices de su estuche; me chifla su sonrisa que ilumina la habitación; me chifla su forma de correr, todo desmadejado (apunte mental: apuntarlo a un deporte en cuanto tenga edad para que aprenda a coordinar extremidades, que va a ser un chavalón grande); me chifla su parloteo constante (cuando por fin lo entienda, me chiflará aún más). Me chifla él.

jueves, 11 de abril de 2013

Y la risa llega en el momento más inesperado...

¿Por qué la risa llega en el momento más inesperado?

El otro día, después de superar, la señora M. y yo, varias vicisitudes que no viene a cuenta contar pero que están directamente relacionadas con la situación provocada, nos invadió a ambas un ataque de risa tan infantil como vergonzosa en una situación nada adecuada. Pensar que esto le ha pasado a todo el mundo alguna vez alivia mi amor propio. Y es que cuando menos debes, más te ríes, es como una de esas regla de tres que rigen la vida.

No me siento orgullosa, pero soy una víctima más de esa Ley de Murphy que todo lo ve.

jueves, 4 de abril de 2013

Retazos de actualidad II: ¿Imagen? ¿A quién le importa la imagen?

Este mundo sigue llenándose de surrealismo. No sé si es mi percepción o, por el contrario, es así de verdad. Sinceramente, hoy iba a escribir sobre las bandas sonoras de nuestra vida, algo liviano, fácil de leer... pero los titulares saltan a mis ojos como los participantes menos avezados de los nuevos concursos de saltos en piscina: en bomba y a trompicones.

No es nuevo que la Infanta Cristina está imputada, yo me enteré ayer por Whatsapp (sí, aún habemos gente que hablamos de esas cosas por mensaje, aunque para acto seguido comentar una foto manipulada de una infanta enfundada en un traje naranja y dentro de una celda bajo el slogan “Infanta Naranja”). Lo que vengo a comentar hoy exactamente es el titular de El País en su edición electrónica: “PP y PSOE, preocupados por la imagen de España tras la imputación”.

A ver, esto me plantea varias pataletas verbales y, por qué no, pataletas reales de darle al suelo con todas mis fuerzas hasta hacerme polvo la rodilla. La imagen de España dentro y fuera de nuestras fronteras está ya muy maltrecha, pero no precisamente por la imputación de la Infanta, que también. No, está maltrecha por la panda de corruptos que copan las esferas políticas. Está maltrecha porque quizá lo único bueno que ha traído esta crisis es que se han puesto al descubierto todos sus tejemanejes. Sin entrar en detalles, porque ya no leo en profundidad ninguna noticia política, he perdido la ilusión, PP y PSOE deberían callarse porque a todos les está cayendo el chaparrón. O mejor, quizá no deberían callarse, quizá deberían hablar los pocos honestos que quedan señalando a los de su propio grupo primero y no escondiendo los escándalos ni propios ni ajenos.

Quizás un buen titular sería: “PP y PSOE ven en todo lo que está pasando una oportunidad para empezar de nuevo”. Y una entradilla que dijera algo así como “ambos partidos se unen para hacer una limpieza profunda de las instituciones con el objetivo de restablecer el buen funcionamiento de las mismas y devolver la confianza en ellas”.

¿Imagen? ¿A quién le importa la imagen?